Bienvenidos...

... a mi blog sobre mi viaje a Nueva Zelanda. Aquí podrán enterarse de mis aventuras y desventuras en este lejano país del otro lado del mundo, vividas a lo largo de los 7 meses de travesía.

Importante

Les aviso a los lectores que este blog está escrito de manera que las fechas de los posts no corresponden a su fecha de publicación, sino que a la fecha en que ocurren los sucesos descritos.

martes, 9 de octubre de 2007

Rage of the dragon

Auckland es una ciudad bastante cosmopolita, y como tal goza de una gran variedad culinaria. En particular presenta a sus visitantes un repertorio oriental muy llamativo, ofreciendo comida china, coreana, vietnamí y tailandesa entre otras. Sobre ésta última les quiero comentar en esta ocasión.

Hoy fuimos a cenar en un restaurant de comida tailandesa apropiadamente llamado Thai House. El lugar se veía bastante bien, y logramos ubicarnos en una mesa lo suficientemente grande para nuestro grupo de ocho personas. Sin embargo, mientras mis compañeros comensales decidían qué iban a comer esta vez, yo yacía con un gigantezco signo de interrogación sobre mi cabeza. Sin embargo, gracias a la asistencia de mi amigo James, logré decidirme por un plato de comida que parecía no ser tan peligroso.

En este punto me encuentro ante la obligación de mencionar que la comida tailandesa tiene la característica de ser muy (MUY) condimentada. Y con "condimentada" quiero decir picante, muy muy muy picante. Con estos antecedentes en mano, yo me alistaba a pedir mi plato "ligeramente" picante (kiwi hot), pero... en Chile casi no hay comida tailandesa, y encontrar un restaurant tailandés atendido por tailandeses que preparen comida verdaderamente tailandesa es imposible. Este simple hecho hizo que me decidiera por probar comida tailandesa tal como la comen en tailandia: thai hot.

Grave error. Al principio, logré discernir unos sabores muy ricos y profundos. Pero cuando esos efímeros segundos de placer finalizaron, empecé a sentir poco a poco cómo la temperatura comenzaba a subir. Inicialmente no presentó grandes problemas, pero luego empecé a transpirar un poco... luego, un poco más... Al final, la cantidad de sudor que mis poros emanaban llegó a un punto peligroso, tanto para mí que arriesgaba deshidratación, como para mis compañeros que arriesgaban ahogarse.

Cuando ya no resistí más, me tragué mi orgullo (puesto que ya no podía tragar nada más) y fui al baño para lavarme la cara y la lengua. Creo que estuve como 15 minutos dedicado a esa tarea. Cuando volví mis amigos me recibieron con humor, bromeando acerca de mi estúpido valor. Pero qué sería de un héroe si éste no se enfrentara ante un formidable oponente, aun ante el riesgo de perder el sentido del gusto, la vista y la dignidad. Y este plato de pollo picante se mostraba como un oponente bastante formidable.

Temí que el plato fuera a ganar la pelea. Incluso dudé que se tratara de pollo... podría ser carne de dragón que en ese mismo instante escupía fuego en mis entrañas. "¡Cobarde manera de enfrentarse a un oponente!" pensé, y armándome con mis palillos me dediqué a devorar los últimos trozos de mi picante y poderoso enemigo. Pero repentinamente, una ola de calor comenzó a brotar desde la boca de mi estómago, y la temperatura subió hasta niveles insoportables. Segundo round, nuevamente al baño... Dragón 2, Andrés 0.

Cuando salí del baño ya casi daba la pelea por perdida, pero en ese momento Jane y Laura me recordaron que la leche ayuda a combatir los efectos malignos de la comida picante. ¡Genial! Ahora armado con un vaso de leche me dispuse a dar la estocada final a mi enemigo. Finalmente, ¡la victoria fue mía!

lunes, 1 de octubre de 2007

Mad as a bull

El exceso de cafeína puede resultar perjudicial para la salud. Sin embargo, cuando uno tiene que levantarse temprano para trabajar luego de unas breves e insuficientes horas de sueño, no queda más remedio que autoadministrarse una dosis sustancial de café intravenoso.

Tal fue el caso de hoy. Debido a mi precario descanso, decidí tomar uno que otro cafecito. Sin embargo, luego de unos cuantos meses tomando café continuamente he desarrollado una especie de tolerancia a los efectos beneficiosos de esta substancia. La solución inmediata fue recurrir a un elixir más poderoso: mi preciado Red Bull.

Lo que sucedió a continuación fue una reacción inesperada. Encontrábame yo trabajando muy enérgicamente, cuando repentinamente me doy cuenta que el cooler (refrigerador gigante estilo bodega) estaba con la puerta abierta. Rápidamente decidí cerrarla para evitar un desperdicio de energía y así ahorrar unos cuantos dólares en electricidad. Grande fue mi sorpresa cuando vi a Ernane (el cocinero) corriendo alteradamente para deshacer mi obra de buena voluntad. Mayor aun fue mi sorpresa al descubrir el motivo: mi jefa se encontraba dentro del cooler...

Afortunadamente para mí, todos lo tomamos con mucho humor pues nadie salió herido. De cualquier manera, algo sí quedó en claro: el exceso de cafeína puede resultar perjudicial para la salud.